jueves, 30 de diciembre de 2010

Analisis Call of Duty: Black Ops

Lo de la saga Call of Duty y la comunidad del PC se está convirtiendo en una morbosa batalla anual en la que, por diversas razones, Activision no termina de convencer al 'gamer' de compatibles con una entrega redonda en todos los sentidos. Después de marcar un antes y un después con el impresionante primer Modern Warfare (absoluto referente hoy en día en el ámbito competitivo de la plataforma), parece que la compañía no logra dar con la tecla que vuelva a satisfacer a los afines de los shooters en PC (pese a la alternancia de estudio desarrollador). World at War pasó sin pena ni gloria por la plataforma, y el drama estalló del todo con Modern Warfare 2 por culpa de unos problemas que se han intentado solucionar en este Black Ops. Sin embargo, Treyarch ha sido incapaz de demostrar (al menos hasta ahora) estar a la altura de lo que era Infinity Ward en lo referente al desarrollo para compatibles, y nuevos problemas salpican a la séptima entrega de una saga que nació y creció en PC, pero que con el paso de los años va perdiendo la confianza de los acérrimos al teclado y el ratón.
Comparando a Modern Warfare 2 con Black Ops en sus respectivas versiones para PC, se podría decir que a los usuarios de PC nos han dado una de cal y otra de arena. Dejando a un lado las bondades que Treyarch ha sido capaz de plasmar en la intensa y épica campaña para un jugador y la infinidad de modos de juego y posibilidades que brinda el modo multijugador, en este análisis nos vamos a centrar en valorar las particularidades que definen y diferencian a esta versión del resto.


Empezando por las buenas noticias (básicamente porque eran ya no sólo las más esperadas, sinó también las más exigidas por el público), sí, con Black Ops se vuelve a apostar por la filosofía en el juego online que ha caracterizado durante lustros al 'gaming' en PC: tenemos servidores dedicados, bots de entrenamiento y soporte para futuros mods. Así pues, se reactiva el movimiento de clanes, se recupera el espíritu competitivo que había definido a la saga hasta el año pasado, y se brindan las herramientas necesarias para que cada jugador pueda disfrutar del modo online a través de servidores cercanos con poco retraso (ping), con reglas específicas o con variantes jugables o de acceso respecto a los servidores oficiales. Los resultados son satisfactorios por el momento, y de nuevo recuperamos esa gratificante sensación de saber que podemos jugar donde queramos, con quien queramos y como queramos.

Sin embargo, Black Ops presenta un grave problema que ni el más pesimista podía imaginar que acabaría lastrando a la experiencia jugable de esta séptima entrega: el rendimiento. Como ya sabéis, las últimas entregas de Call of Duty no se caracterizan precisamente por sus despampanantes apartados técnicos. Pese a que visualmente cumplen (por la cantidad de efectos gráficos que disimulan el discreto entorno), la saga lleva demasiados años estancada en un motor gráfico que entregas tras entrega muestra claros síntomas de agotamiento, sobretodo si lo comparamos con los pesos pesados de la plataforma. Percibimos poca ambición y conformismo a la hora de aprovechar los recursos de la plataforma más potente del mercado. Gráficamente, los resultados que ofrecen los últimos Call of Duty están a años luz de juegos como Crysis, Metro 2033 o incluso Bad Company 2. Sin embargo, en el 'gaming' competitivo en PC los gráficos no lo son todo. De hecho, más bien lo contrario, como bien demuestran los miles de servidores que aún dan cobijo a los jugadores de Counter Strike o Quake Live. ¿Qué significa eso? Que para que un juego coseche éxito en el terreno online, una buena optimización y un buen rendimiento en el mayor rango de equipos y configuraciones posibles es vital. Y ahí es precisamente donde falla Black Ops.

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